Si el impulsor del parnasianismo “épico” fue Leconte de Lisle, su más fiel continuador fue José María de Heredia Girard. Había nacido y se había criado en Cuba, fruto del enlace entre un criollo español y una francesa; por lo que, como aquél, su infancia y su memoria estaban pobladas de climas tropicales y vegetación exuberante, una existencia totalmente opuesta a la rutina urbana que ambos llevarían en Francia el resto de sus vidas.
La biografía de
Heredia, no obstante, presenta un punto de inflexión totalmente
distinto: al contrario que Leconte de Lisle, quien se rebeló ante la
imposición familiar de cursar Derecho para seguir su vocación
literaria, el joven español (Cuba todavía no era una nación independiente), que también había sido destinado por sus progenitores al
oficio de la abogacía, vio torcerse su destino por una traba
burocrática que a muchos no les sonará remota. Con el afán de
ofrecerle una educación lo más esmerada posible, el padre de Heredia,
que poseía plantaciones y podía permitirse mayores dispendios, había
decidido que estudiara el bachillerato por todo lo alto en Francia -por
aquel entonces, la cultura francesa era la más
apreciada del mundo, y las élites de todas las naciones se entendían
entre sí hablando ese idioma. Pero a su retorno, las autoridades
educativas españolas consideraron que ese bachillerato francés no podía
considerarse equivalente al bachillerato español -¡la
eterna cantinela de las convalidaciones académicas!-; de manera que, ni
corto ni perezoso, Heredia, en lugar de cursar Derecho y ejercer en
España, como habían deseado sus padres, tuvo que hacerlo en Francia
nuevamente. Con esto, la literatura española perdió
el que podría haber sido uno de sus mayores talentos -e incluso un
acicate y un introductor en las tendencias europeas para el resto,
precisamente por su formación excepcional. ¡Nuevo ejemplo de la
“fuga de cerebros”, esa histórica lacra de migraciones
que durante siglos ha contribuido a desolar el panorama cultural
español!
En cuanto a su
faceta creativa, Heredia adquirió fama gracias a su consumada habilidad
para escribir sonetos; los cuales reunió en 1893 en un recueil
recopilatorio, titulado “Les trophées”, que fue dedicado
al inspirador de su estilo, Leconte de Lisle. Y al año siguiente, el
maestro parnasiano murió, y Heredia fue elegido miembro de la Académie
Française. ¡El mayor “trofeo” al que podría aspirar un español en ese
país que, en ocasiones, nos ha mirado con desdén,
pero nos ha reconocido los méritos cuando los había! Otras aportaciones
relevantes de nuestro paisano a la cultura gala fueron sus numerosas
traducciones de obras clásicas –Horacio–, románticas –Ossian, Lord
Byron, etc…– y también españolas –resaltaría la
“Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, de Bernal Díaz
del Castillo.
En el plano vital,
asimismo, destaca su completa integración con los círculos artísticos
y literarios parisinos, su estrecha amistad con el omnipresente Catulle
Mendès o con el “nóbel” Sully Prudhomme,
y los escandalosos amoríos de su hija Marie con el no menos
estridente escritor Pierre Louÿs –al mismo tiempo que hacía vida
conyugal con el también escritor Henri de Régnier. Da la casualidad, además, de que Louÿs acabaría siendo también el yerno de Heredia... no por esposar a Marie, sino a su hermana menor, Louise.
Tanto Louÿs como Regnier fueron autores
decadentistas, ojalá más adelante Apolo me dé fuerzas
para hablar también sobre ellos en el blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario