lunes, 26 de junio de 2017

Tres últimos parnasianos y... vacaciones

¡Por fin llegar las vacaciones, gracias le sean dadas a Apolo!

Este mes de junio, en contra de mi práctica habitual, he ido publicando las traducciones de los poetas parnasianos antes de sus apuntes biográficos, pero más vale tarde que nunca. Con esto pongo punto y final al repaso dado a la primera edición de "Le parnasse contemporain" (1866), con la salvedad de Jean Lahor, con quien abriré el mes de agosto -pues quería dejarme a algún "peso pesado" del Parnaso lírico francés para iniciar la vuelta con más entusiasmo.

Respecto a estas últimas semanas, el poeta que más ha llamado mi atención ha sido Robert Luzarche (1845-1871), cuya obra ha sido olvidada actualmente, debido a que su prematura muerte a los 26 años no le permitió dejar un testimonio más acabado y rotundo de su talento. En verdad, su poemario "Les excommuniés" fue editado póstumamente por Lemerre, a manera de homenaje a un estrecho y entusiasta colaborador que había trabajado codo con codo junto a él en la divulgación de la nueva poesía parnasiana, en el papel de director de "La Gazette rimée" (una revista mensual para impulsar la difusión de las antologías individuales que costeaba el editor). En ese volumen Lemerre se limitó a recopilar todos los manuscritos hallados entre sus cajones, así como los poemas sueltos publicados en vida de Luzarche en las numerosas revistas con las que colaboró. Su ideología republicana le mantuvo apegado a círculos ateos y anticlericales, en los que un joven Paul Verlaine también daba en ese momento sus primeros pasos. Tal vez por eso los versos primerizos de uno y otro presentan numerosas similitudes, ya que hasta la muerte de aquél mantuvieron una estrecha amistad. Pero, adicionalmente, Luzarche dedicó buena parte de su tiempo al periodismo político y al estudio de la historia, centrándose en el siglo XVII y personajes como Richelieu (sobre el que escribió un libro titulado "Le nouveau spectre rouge"), el escritor Dassoucy; o Urbain Grandier, que fue quemado en la hoguera por órdenes del siniestro y maquiavélico cardenal, en el transcurso de un rocambolesco proceso de brujería que unos consideran el más morboso episodio de posesión demoníaca ocurrido en la Francia moderna, y otros una conspiración urdida para vengarse de un molesto cura de provincias que se había atrevido a desafiar al "stablishment" católico con su crítica contra el celibato... ¡y su predicación con el ejemplo para mostrar cómo lo despreciaba!

También tuvo una vocación eminentemente política, historiadora y periodística el poeta Edmond Lepelletier (1846-1913), muchísimo más longevo que el desdichado Luzarche. Lepelletier, además, sí que fue un estrecho amigo y defensor de Paul Verlaine, pues ambos se conocían desde la infancia, e incluso el influyente diputado llegó a escribir una influyente biografía del "pauvre Lelian". Su mayor distinción en vida fue la concesión de la Legión de Honor, por su trayectoria política republicana y su "Historia de la Comuna"; después de muerto, su escasa producción poética ha quedado eclipsada totalmente por un par de folletines de espadachines que gozaron de mucho éxito a principios del siglo XX, "Fanfan-la-Tulipe" y "Madame Sans-Gêne".

Por último, Emmanuel des Essarts (1839-1909) fue un profesor de retórica que hizo de las letras su razón de existir. En su caso, la poesía y la teoría poética eclipsaron el resto de actividades, y mantuvo una estrecha relación con Mallarmé y Mistral, entre otros colegas universitarios a los que llegó a conocer en sus muchos traslados en provincias. A pesar de contar con una obra amplísima, en mi opinión su calidad no es tan elevada como la de los dos anteriores (es decir, el porcentaje de excelencia contenido en el conjunto de su producción literaria es mucho más bajo, quizá a causa de su profusión).



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