Quería abrir esta nueva temporada de "Rimas en Montparnasse" con un breve recordatorio de la vieja Editorial 29 y sus volúmenes bilingües de poesías completas de la Colección Río Nuevo. El que suscribe estas líneas ha de confesar que donde realmente aprendió a deleitarse con las rimas francesas fue en esos benditos y venerables libros, abriendo las páginas y hallando: a su izquierda, la obra original del autor en el idioma en que fue creado; y a su derecha, el texto literal en español, didáctica y escrupulosamente traducido. Contar con un formato tan económico y accesible, en unos tiempos en que Internet todavía no nos había dado la oportunidad de divulgar lo que amamos y mostrarlo a todos aquellos que pudieran sentirse igual de seducidos por ello, constituía un privilegio de primer orden. ¡Cuántos hombres y mujeres pasarán su vida entera en posesión de unas pulsiones e inclinaciones, a las que jamás podrán ponerles nombre o darles forma de actividad! La educación no sólo tiene que "armar" al futuro ciudadano con instrumentos útiles para "defenderse" en su día a día, también ha de mostrarle un catálogo de actividades humanas posibles donde elegir. Cuanto más modesto y menos prolijo sea, huelga decir que menos vocaciones se llevarán a término.
Así, ¿cómo va a haber buenos rimadores, si las rimas no llegan a las personas naturalmente dotadas para cultivarlas? Recuerdo mi discusión con un estudiante de Humanidades, que se hallaba plenamente convencido de que Baudelaire y Verlaine habían escrito versos sin rima pero con ritmo... porque las traducciones al español que había tenido a su alcance vertían el texto original con ritmo pero sin rima. Gracias a que yo poseía los volúmenes de poesías completas de ambos autores, pude observar su cara de estupefacción cuando comprobó que, por muchas veces que los hojeaba, ¡no era capaz de hallar un solo poema de esos escritores, a los que admiraba, que NO TUVIERA RIMA! Cuando añadí que Mallarmé, el gran impulsor del simbolismo, también rimaba con la misma escrupulosidad; y que incluso Rimbaud, antes de convertirse en un rebelde irreverente, también era un rimador fuera de serie, su concepción de la poesía universal se le vino abajo estrepitosamente. Pues la conclusión irrefutable es que el desprecio por la rima constituye una veleidad exclusiva de nuestro siglo, que frente a 100 años sin rima se yerguen lo menos 1.000 años en los que sólo un rimador podía ser considerado un poeta.
¡En nombre de Apolo, si la poesía es música, entonces la rima es la armonía de la música, y los pies sólo su ritmo!
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