Con las publicaciones dedicadas a Mallarmé y Cros, este blog enfila su tercer año de traducciones de rimas francesas. Toca el turno de introducir a los últimos parnasianos, los que aparecieron por primera vez en la tercera antología de “Le Parnasse contemporain”.
En esta última antología, cómo no, siguieron
teniendo una presencia predominante las grandes figuras de los albores del
parnasianismo, sobre todo Lisle, Banville, Mendès, Heredia, Coppée, Prudhomme
(sólo faltaba Théophile Gautier, fallecido en 1872); y algunos autores cuya
fama estaba despegando ya, como Anatole France o Frédéric Plessis. Sin embargo,
hubo también ausencias notables, como la de Paul Verlaine (ya que, mientras se
recopilaban los poemas, había sido condenado y enchironado por haber tratado de
asesinar a Arthur Rimbaud) y las de Stéphane Mallarmé, Charles Cros o Nina de
Villard. Tras estas ausencias subyacía el enfrentamiento estilístico y personal
entre los defensores de los principios poéticos del Parnaso original, y los
renovadores del arte poético y patrocinadores del nuevo simbolismo.
Creo que se entenderá con facilidad el ambiente crispado que
presidía las relaciones entre los distintos cenáculos poéticos de París, con
sólo mencionar que Anatole France (un militante de izquierdas, y por tanto poco
sospechoso de profesar un conservadurismo rancio) dijo de Mallarmé que…
sospechaba que quería burlarse del resto de los parnasianos con sus poemas
"grotescos". Pues simbolismo quiere decir, en esencia, escribir en francés pero
expresándose en chino mandarín, lo que equivale a suprimir peligrosamente la
función comunicativa del lenguaje. ¿Por qué tomárselo tan a pecho, dirán
algunos? Una imagen puede ser equivalente a un sentimiento, nadie lo duda, pero
esto ocurre porque el habla y la expresión son comunes a escritor y lector. La
comprensión equívoca, por el contrario, degenera, tarde o temprano, en
incomprensión sin paliativos.
Y esto es lo que ocurrió entre los simbolistas y los ya consolidados
parnasianos “sensu stricto”. Anatole France, junto a Banville y Coppée, formaba
parte del comité de selección designado por Alphonse Lemerre para decidir qué
poetas y cuántos poemas formarían parte de la tercera antología. Era predecible
que descartaran a los recalcitrantes simbolistas, que reinventando el lenguaje y ya no se refrenaban criticando a la
“vieja guardia” en los periódicos. El grado de animadversión y rechazo de unos
hacia otros condujo a una clara ruptura del arte mismo: ya no existía una
poesía con diversas tendencias, sino dos poesías, o si se prefiere, poesía de
tipo A y poesía de tipo B; de suerte que quienes practicaban el tipo A
concedían un valor ínfimo o casi nulo a las creaciones poéticas del tipo B, y
viceversa. Se reprodujo así el ambiente literario de los años 1830 en Francia,
justo cuando se cumplían los cincuenta años de la alegórica "batalla de Hernani": el papel transgresor que antes representaron los
románticos, es el que adoptan ahora los simbolistas. Una nueva hornada de
escritores entra en liza, la mayoría de los cuales jamás verán publicadas sus
obras en conjunción con las de sus adversarios artísticos: porque la tercera
antología será la última, y cada facción pasará a editar sus propias publicaciones
y a divulgarlas por separado entre sus propios lectores. Aunque, en el fondo, me inclino a interpretar esta animadversión estética como un fiel reflejo de la ruptura social e
ideológica que sufrieron el pueblo y la nación de Francia tras los trágicos sucesos
de 1870 a 1872 (la derrota ante los prusianos y la lucha fratricida de la
Comuna). Francia ya nunca será como antes; y del mismo modo que existirán dos
Francias, existirán (y siguen existiendo todavía hoy) dos mundos del arte franceses. O quizá más de dos...
Como colofón a este preludio al último acto o temporada del
blog, sería pertinente volver a invocar la genialidad precursora de Charles
Baudelaire que, al igual que ocurrió con nuestra Cristóbal Colón, consistió en
haberle señalado a la poesía del futuro su nueva ruta: recordemos, la ruta de
la ebriedad. ¿Sería, por tanto, tan extraño, que en medio de esa ebriedad, unos
y otros parnasianos acabaran “yéndose a dormir la mona” por caminos que se bifurcan?
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