Podría decirse que Jean Aicard (1848-1921) disfrutó de la
carrera literaria menos inmortal, pero más sustanciosa en vida, de todo el
grupo de “Les vilains bonhommes”.
Nació y se crió en Tolón, junto al Mediterráneo, al que
cantó con profusión, como podrá descubrirse en este blog. Alternó su residencia en París, el centro de la actividad
intelectual francesa, con sus frecuentes escapadas a su villa de recreo en su
ciudad natal, donde radicaba la fuente de su inspiración. Siempre conservó una
estrecha vinculación espiritual y artística con ella, lo que le llevó a
convertirse en el poeta regionalista más representativo del Midi francés. En
esta faceta tuvieron mucho que ver sus obras primerizas, como los “Poemas de
Provenza” o la novela “El rey de la Camargue.
Su vinculación con los parnasianos comenzó cuando, con casi
veinte años de edad, se trasladó a París y, gracias a la mediación de su primo
Pierre Elzéar (otro de los protagonistas de “Le coin de table”), entró en los
círculos frecuentados por los grandes maestros del movimiento. De su pluma
salió un ensayo literario sobre Leconte de Lisle; publicó numerosos recueils de
poemas con Lemerre, cómo no; y, al fallecimiento de François Coppée
(recordemos, el poeta predilecto de las clases populares parisinas), fue
elegido para sustituirle en la prestigiosa Acadèmie Française. Con los años,
llegó a presidir la Sociedad de Hombres de Letras. Su fama creció como la
espuma, sobre todo gracias a la serie de novelas dedicadas al pícaro “Mauris
des Maures”, una suerte de bandido cuyas cómicas aventuras encantaron a los
lectores de su época. No obstante, fue considerado un escritor todoterreno,
autor de una veintena de libros de poemas, otra de novelas y otra más de piezas
teatrales.
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