Louise Collet (1810-1876)
escribió el grueso de su obra poética durante la etapa romántica, y he aquí la
razón de que sólo aparezca tímidamente con algunos sonetos en las dos últimas entregas. Desde luego, no fue por irrelevancia o marginación por lo que no
contribuyó más ampliamente al parnasianismo, cuyo advenimiento le pilló a edad
avanzada. Su influencia y popularidad en el mundillo artístico parisino eran
enormes: a su quehacer literario, premiado con numerosos reconocimientos
oficiales de la Académie Française, habría que añadir su condición de
anfitriona de un salón literario frecuentado por personajes de la talla de
Baudelaire, Victor Hugo, Alfred de Vigny o Alfred de Musset. Con estos dos
últimos, incluso, se dice que mantuvo relaciones sentimentales pasajeras.
Louise había nacido en la
Provenza, una region periférica y meridional, donde sus aspiraciones no podrían
haberse cumplido, ni siquiera remotamente. No sería conjeturar en exceso que su
matrimonio con el compositor Hypolitte Colet, en 1834, cuando éste acababa de
obtener el prestigioso Premio de Roma y de convertirse en un prometedor músico,
pudo deberse a la ambición de la bella joven de abandonar su tierra natal y
buscar un estilo de vida más libre, más que al surgimiento de un idilio genuino
entre ambos. De hecho, seis años más tarde, cuando Louise da a luz a su primera
hija, ¡tanto su marido como su amante “oficial” de entonces, el politico
Victor Cousin, se negaron a reconocer la paternidad del niño! Aquel hecho
desconcertante causó un escándalo mayúsculo en la sociedad parisina, que a
punto estuvo de desembocar en tragedia, cuando la colérica Louise Colet trató
de apuñalar, sin éxito, al periodista (hoy diríamos “paparazzi”) que lo había
divulgado. Sin embargo, es probable que de todas estas vicisitudes de juventud
y, en el fondo, inmadurez, acabara nuestra poetisa extrayendo lecciones
provechosas; pues, a la muerte de su marido el compositor, en 1851, en lugar de
volver a casarse para mantener su lujoso tren de vida, optó audazmente por
intentar subsistir por sus propios medios, siguiendo una profesión literaria;
así como por relacionarse sentimentalmente con quien a ella le diera la gana.
Su amorío más prolongado y famoso, no obstante, tuvo lugar con el novelista
Gustave Flaubert, manteniendo ambos una extensa correspondencia hasta 1856,
fecha de su rupture.
Hoy en día, por desgracia, apenas
si se recuerda a Louise Colet por alguna que otra novella o ensayo, además de
por su relación con Flaubert, la cual ha sido considerada por muchos estudiosos
del asunto, como fuente de inspiración para el inmortal personaje de Madame
Bovary. Esperemos que, con la bendición de Apolo, las mujeres del futuro, en su afán,
ya manifiesto en la actualidad, de rescatar a sus predecesoras y precursoras del
olvido, lleguen a fijarse en esta ambiciosa rimadora provenzal.
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